Cuando trabajamos bajo presión adoptamos nuestros comportamientos más naturales, comportamientos que nos resultan más familiares. Si además sufrimos esta presión durante un largo plazo, estos comportamientos se convierten en estrategias de afrontamiento que pueden enmascarar un problema real, como por ejemplo el agotamiento o el conocido burnout.
Es habitual entender de manera errónea que el agotamiento es sinónimo de «necesitar un descanso». De ahí los intentos de aplicar diversos parches corporativos. Desde clases de yoga y mindfulness hasta ejercicios para combatir la fatiga producida por las video llamadas cuando se trabaja desde casa.
Pero el agotamiento es una forma compleja de fatiga a largo plazo que proviene del estrés emocional, físico y mental prolongado. Puede incluir entre otras cosas, sensación de desapego y agobio, adopción de una perspectiva cínica, dudas sobre uno mismo o procrastinación de tareas.
